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La lucha por la democracia tiene contenido revolucionario si forma parte de la lucha por el poder

25 de mayo de 2016

Bajo el capitalismo es completamente imposible implantar un auténtico poder del pueblo; la lucha por la democracia prepara a la clase obrera para el mejor cumplimiento de su misión, que consiste en acabar con toda opresión de clase y en crear una sociedad auténticamente democrática, que es la sociedad socialista y comunista.

La propaganda burguesa en contra del socialismo y el comunismo sostiene que los comunistas somos enemigos de la democracia y partidarios del autoritarismo. Nada más falso y ridículo; los comunistas marxista leninistas somos luchadores por la emancipación de la clase obrera y los pueblos, por que éstos conquisten el poder en sus manos y, consecuentemente, establezcan en régimen auténticamente democrático. Ciertamente, estamos en contra de la democracia burguesa porque ésta, en el capitalismo, no es más que una ilusión, es una forma de dominación política.

La burguesía en el poder, no precisamente por convicción sino por necesidad política y por presión de las masas, se ha visto obligada a establecer una serie de instituciones como el derecho al sufragio universal y la elección de dignatarios, el derecho a constituir partidos políticos u organizaciones sociales que, al fin y al cabo, contribuyen a generar la ficción de que es el pueblo el que tiene el poder y que son las mayorías las que determinan el rumbo de un país.

Bajo el régimen capitalista no existe ni puede existir una democracia plena y consecuente para las masas trabajadoras, porque el manejo de la institucionalidad se encuentra en manos de la clase que ostenta el poder: la burguesía. Ésta no solo fija las normas de juego en todos los aspectos de la sociedad, sino que es poseedora de todos los medios y recursos para fijar (imponer) sus concepciones ideológico-políticas en el conjunto de la sociedad, asegurando así que el vaivén de la vida política no rebase los límites de la estabilidad y permanencia del régimen burgués.

Sin embargo, no por eso los revolucionarios debemos dejar de aprovechar los espacios que la lucha de las masas ha obligado a la burguesía abrir para la acción y participación política de las masas. Con todos los límites impuestos por la burguesía, ubica a los trabajadores en mejores condiciones para luchar por más derechos o por defenderlos si es el caso, que otras formas de dominación como la dictadura abierta de la misma burguesía.

En este aspecto, como en muchos otros campos, se establece una clara distinción entre las posiciones políticas revolucionarias y las reformistas. Estas últimas alimentan entre las masas la idea de que, en el marco del sistema capitalista, es posible avanzar al establecimiento de un gobierno del pueblo o un auténtico poder popular, postura que intenta ocultar que tras la fachada de cualquier república burguesa, por más democrática que esta se presente, se encuentra una serie de mecanismos de dominación de clase del capital, que actúan a través de esas “instituciones democráticas”.

No se trata de reformar el capitalismo, sostenemos los comunistas marxista-leninistas- , hay que acabar con él y en su lugar establecer la sociedad de los trabajadores, el socialismo y el comunismo. Pero, para alcanzar ese propósito, a la par que levantamos la lucha de las masas por sus reivindicaciones materiales y mostramos a la burguesía y al imperialismo como sus enemigos principales, levantamos el combate por los derechos políticos, por las libertades democráticas. "Ninguna lucha económica -señala Lenin- puede traer a los obreros una mejora estable en su situación; ni siquiera puede ser mantenida en amplia escala si los obreros no tienen derecho a celebrar libremente reuniones, a sindicarse, a publicar sus periódicos, a enviar representantes suyos a las Asambleas Nacionales...", dejando claro que la clase obrera y los pueblos no pueden dejar la acción política –incluyendo la participación electoral- en manos de las clases dominantes, sino que también en ese terreno debe presentarse una enconada batalla.

La lucha de la clase obrera y los pueblos por la democracia dentro de la sociedad burguesa, por enorme que sea el poder que las masas tengan para lograr altos éxitos, no dejará de otorgar resultados parciales, circunstanciales, que no rebasan los muros o límites que permite el régimen capitalista. Bajo el capitalismo es completamente imposible implantar un auténtico poder del pueblo; la lucha por la democracia prepara a la clase obrera para el mejor cumplimiento de su misión, que consiste en acabar con toda opresión de clase y en crear una sociedad auténticamente democrática, que es la sociedad socialista y comunista.